martes, 20 de diciembre de 2011

"Aldosivi arrasó con la reserva"

Así responde uno de los vecinos a las recientes declaraciones de Moscuzza sobre las construcciones que Aldosivi está realizando en las inmediaciones de la reserva natural del Puerto de Mar del Plata por Jorge Tesan en nuestra página de Facebook. Quisiera, si en la medida de lo posible me lo permiten, ejercer mi derecho a réplica respecto a las declaraciones del Presidente del Club Aldosivi, y recibir el mismo espacio que éste en su publicación. Porque las declaraciones del Sr. Moscuzza, más allá del intento sensiblero o su pretensión mesiánica, no explican nada, no muestran una prueba de lo que sostiene y redundan en la misma táctica que el club que dirige ha ido desarrollando desde hace alrededor de un año y medio: ganar tiempo y seguir construyendo un complejo deportivo que, si las buenas intenciones fueran reales, por empezar no debería estar allí, y continuar con la destrucción de un humedal único en nuestra zona. Una cierta paranoia de parte del club ha generado un error, y es la confusión acerca de que “luchan” contra un grupo de “ambientalistas”. En tal sentido, me gustaría aclarar que no existe, al menos en este caso, el concepto de ambientalismo, al menos en la totalidad de las personas que reclamamos por la continuidad de la Reserva. No se trata de un grupo de personas que profesa un sistema de pensamiento determinado y homogéneo, y por lo tanto, una minoría en la sociedad, y detentores de teorías que como tales, pueden estar equivocadas y/o sujetas a demostraciones posteriores. No se trata de gente que come sólo verdura y busca la Revolución al estilo San Francisco de Asís. Es mucho, pero mucho más sencillo: somos simples vecinos que no queremos ver como nuestros barrios son sistemáticamente avasallados por intereses extremadamente mezquinos y personales de unos pocos adinerados que pretenden manejar la ciudad por encima de todo esquema legal y vanagloriándose de que su poder les permite hacer cualquier cosa. Tampoco nos gusta que las normas que rigen la edificación en la ciudad se vean sujetas a cualquier modificación o excepción con el único objeto de que empresas privadas puedan destruir el patrimonio urbanístico y erigir torres de dudoso gusto y consecuencias para el entorno de una ciudad que, tal la calificara el intendente Pulti, tiene una “geografía única”. Impunidad, y si queremos o no vivir en ella. De eso se trata. Porque si los supuestos “ambientalistas” seguimos intereses cercanos al dinero, argumento desopilante si los hay, claro tenemos que no lo vamos a obtener defendiendo a la Reserva, sino besando los pies de Moscuzza como tantos lo hacen e incluso han patoteado cobardemente a los manifestantes. Lo que se le otorgó por ley a Aldosivi –no se le regaló- es el viejo predio de Gas del Estado, donde se erigían las conocidas esferas.. Sólo que el permiso de 3 años del que gozaban, se le extendió a 30 años. Eso sí: la ley permite construir allí un estadio de fútbol, de peligrosa ubicación dados los inconvenientes que trae una construcción de este tipo con hinchadas transitando por las viviendas cercanas y lindero al acceso a un complejo de balnearios que acaso sea el más concurrido de la ciudad. La aprobación en ambas cámaras se realizó en trámites al menos oscuros: en diputados se aprobó en una de esas sesiones de fin de año en la que todos los legisladores levantan las manos y aprueban leyes en forma colectiva y sin mirar. En senadores, el partido gobernante obtuvo un inesperado apoyo de un partido que pretendía que los legisladores del gobierno en cierto municipio apoyen su moción para destituir al intendente. Luego, dicen, el consorcio del puerto, vaya a saber con qué atribución, les otorgó otro tanto de superficie. Es de señalar que, si para otorgarles un predio que ya ocupaban, se debió recurrir a una ley provincial, suena al menos raro que el consorcio pueda disponer de sus terrenos tan libremente, sin al menos mediar un concurso de ideas o consultar otros oferentes. Que quede claro: tener una cesión –aún en orden- no implica autorización de realizar obras, como sostiene Moscuzza. Aldosivi arrasó con la Reserva. Porque aunque se le hubiera otorgado toda su superficie para sus actividades, bien pudo construir su “sueño” sin destruir el ecosistema, sumarlo como ventaja comparativa y mostrarle al mundo que respetaba la naturaleza. Digo esto porque se pudo haber hecho de otra manera, de muchas otras maneras sin elegir la que se llevó a cabo. La actitud del club fue, permanentemente, la de barrer lo que ya existía, haciendo alardes de topadoras e incendios. Dice Moscuzza que el lugar está “delimitado” y verdaderamente indigna que, si la inteligencia de sus seguidores es limitada, pretenda tomar de igual modo a la nuestra. Con sólo pasar, se podrá ver que nadie puede saber dónde empieza una cosa y termina otra. De modo que un paseante desprevenido podrá ingresar al supuesto predio de Aldosivi sin darse cuenta. Y habría que ver, en función de la ostentación de patoteros, jamás autorizados a su misión de defender la “propiedad privada”, quien es el que es mas fiel a los dichos de Goebbels, cuyo nombre Moscuzza no cita, acaso por no recordarlo. Pero aún suponiendo que esté todo en regla, el rellenar una laguna que es parte del ecosistema mencionado, no parece que respete no ya a la naturaleza, sino a las características del lugar cedido, a cuyo cuidado están, y el sentido común ¿Cuándo se cumplan los treinta años van a cavar la laguna nuevamente? Las reglas son claras: cualquier obra en el sector debe contar antes de realizarse, con la correspondiente Evaluación de Impacto Ambiental, que Aldosivi jamás presentó ni ha exhibido. Tampoco puso el correspondiente cartel de obra, no el que pusieron hace poco y a las apuradas en el que se cita la ley de cesión que todos conocemos, sino el cartel que la Municipalidad exige a cualquier obra donde conste qué se está haciendo, sobre qué superficie, el nombre del arquitecto o la empresa a cargo, el nombre del encargado de seguridad, el expediente municipal, el proyectista, etc. Como la Municipalidad ha elegido mirar hacia otro lado y desconoce que por ordenanza municipal ese sector es “Reserva Natural”, y por lo tanto de su injerencia, no lo ha exigido, pero eso no significa que no se deba colocar. Moscuzza debería saber que aquí no se trata de especular, de asegurar, de opinar y rescatar dotes de poeta módico. El club que dirige debería cumplir con las pautas fijadas por el OPDS, y esta oficina, señalar debidamente quién tiene el poder de policía para hacerlas cumplir. Pero dentro de las edulcoradas declaraciones de Moscuzza se retoma el concepto de “sacar a los chicos de la calle”, una falacia absoluta, porque el club sacará a los chicos de la calle en tanto éstos paguen su correspondiente cuota social, salvo que pretenda que el pago de esa cuota social se solvente mediante los impuestos de todos los ciudadanos marplatenses, en cuyo caso, se le habría regalado al club un negocio redondo para el cual la Municipalidad ya cuenta con instituciones deportivas de probado nivel para incentivar la práctica del deporte en los niños ¿porqué entonces proveer a un solo club de chicos que juegan al fútbol y que, en caso de resultar buenos, serán vendidos con ganancias netas para la institución?. ¿Porqué no hacer un programa que incluya a instituciones deportivas similares, seguramente también dispuestas a “sacar a los chicos de la calle”, tal vez a menor costo para todos los ciudadanos? ¿Porqué cederle patrimonio de todos los contribuyentes a una institución que ha probado que puede comprarse un predio por sus propios medios? Por lo tanto, no se explica porqué el altruísmo no se reparte equitativamente entre otras instituciones similares. En todo caso, nadie está en contra de Aldosivi. El intento de Moscuzza de establecer una rivalidad entre los vecinos y una notable institución de casi cien años de existencia, que está pasando un mal momento dirigencial, es al menos infantil. El punto es que Aldosivi debería construir su centro deportivo en otro lugar, y dejar en ese sector a la naturaleza desarrollarse libremente. Pudo elegir rechazar la cesión. Pudo elegir hacer su complejo respetando el entorno ambiental. Eligió destruirlo, y esa destrucción es paradójicamente tan funcional a tantos intereses empresariales del puerto que es incomprensible que algunos no lo vean. Aldosivi eligió que este momento de su historia esté ligado a quienes destruyen la ciudad. Un club parido de quienes la han construido, y quienes con su construcción propiciaron la aparición de la Reserva, aún tiene tiempo de sacar la grandeza de las vitrinas y tener un gesto noble con la ciudad de la que dice es “el club”. Podrá Aldosivi ser depositario legal de cuanta superficie le otorguen, pero es moralmente reprochable por todos lados, ser okupa de una naturaleza que lejos de cuidar, vapuleó indiscriminadamente.